La puerta del Sol con una superficie de
12.520 metros cuadrados situada en el centro de Madrid es una de las plazas con mayor aglomeración de toda la urbe. Es llamativo como una sola plaza puede albergar tanta gente tan variopinta. El pasado lunes, día en que se celebraba el Día de Difuntos me dirigí allí para poder llevar a cabo una serie de grabaciones que tenia que realizar para la asignatura de videoperiodismo y redes sociales. Llevaba días cavilando dónde podría encontrar
una serie de hechos y situaciones que pudiesen ser de interés
informativo. Nunca imagine que simultáneamente y a una distancia de
3 metros pudiesen ocurrir hechos que me resultan tan
inefables.
Cerca de la mítica Estatua del Oso y el Madroño había una concentración de al menos 50 mozalbetes instando a la gente a hacerse veganos. Las voces de esos veganos se entremezclaban con los gritos de desesperación
de una mujer de mediana edad
cuyo marido victima de un ataque al corazón yacía en el suelo a pocos metros de los jovenes veganos. Fueron momentos de angustia viendo agonizar a una persona.
Las ambulancias tardaron en llegar varios minutos. Dos señores le practicaban la reanimación cardiopulmonar. Hubo un momento en que pareció que el hombre regresaba a este mundo. Yo había ido a
La Puerta del Sol con el propósito de
captar algo que tuviese interés informativo. Podría haber grabado
imágenes sensacionalistas. Sin embargo es en esos momentos en los que surge el dilema y el debate entre el derecho de libertad de expresión y el derecho a la intimidad. Y creo que
en estos casos no hay que cuestionarse nada. Impera el respeto al dolor ajeno. Por ello mantuve la distancia sin captar detalles que pudiesen hacer escarnio y causar sufrimiento a esa familia.
Incluso me pregunto si
fue correcto hacer este tipo de grabaciones aunque fuese desde la distancia.
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